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The Duke, Ach!

Acabo de enterarme de que The Duke es una ginebra alemana, bávara para más señas. Y no me ha extrañado nada. Ahora entiendo mejor esta ginebra sobria, recia, sin concesiones ni guiños a la galería. Para tomar en cualquiera de los palacios monumentales que menudean por la ciudad, o en alguna de sus elegantes tarrazas. Ideales para hombres de negocios que acaban de cerrar un buen trato.

No es la primera vez que hablamos de The Duke en este blog. Los tópicos alemanes sobre meticulosidad y exigencia se encarnan a la perfección en esta canónica ginebra estilo London Dry. Un camino de pocos pasos, pero bien estudiados, hacia la mejor calidad posible, desde la selección del alcohol (de grano de la región) hasta el embotellado artesano en pequeños lotes. Toda una delicatessen que bien vale lo que cuesta.

Enrique el León, el inspirador...
Enrique el León, el inspirador…

Empezaremos por la cuidadosa selección de botánicos, certificados como ecológicos por la Unión Europea, lo que por sí mismo constituye toda una rareza en el mundo de las ginebras, Premium incluidas. Se aseguran de que los enebros no estén tratados de ninguna manera antes de llegar a la destilería. En la lista de doce botánicos podemos encontrar cilantro, piel de limón, raíz de angélica, lavanda, jengibre, azahar y cubeba, entre otros.

Una ginebra suave de 45o para una ocasión memorable

La maceración se somete luego a una doble destilación en dos alambiques de cobre (alias “Max” y “Daniel”) a baja temperatura para extraer de forma cuidadosa pero inexorable (como les gusta a los alemanes) las mejores esencias de la ginebra. Se somete luego a un doble filtrado final y se almacena durante dos semanas para “afinarla” antes de embotellarla.

Siempre se describe The Duke como una ginebra muy seca, pero suave. Tiene un punto dulce procedente del azahar muy significativo. Es rica en aromas cítricos, por supuesto, pero también florales. Hay por ahí quien la recomienda con hielo, tónica Original Pink y aromatizada con lavanda y fresa, pero a mí personalmente me parece un estropicio. Un poco de respeto. Me inclino más por una sencilla y clásica piel de naranja.

La destilería de Maximilian Schauerte y Daniel Schönecker ha conseguido una ginebra de primerísima calidad, y que además queda muy pintona en cualquier mesa o barra: una amplia y oronda botella con una aristocrática etiqueta que exuda prosperidad y respetabilidad por los cuatro costados. Regálasela a tu suegro, triunfarás. Salvo que sea de la liga antialcohólica o algo así, claro.

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