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Sipsmith, o cómo se hace la ginebra

Ya sé que es mucho decir, pero si hay que poner un ejemplo de cómo se debería hacer una ginebra, tal vez habría que remitir a los interesados al 83 Cranbrook Road de Chiswick, en Londres, para que hablasen con Fairfax, Sam y Jared, los tres hombres que se pusieron a hacer ginebra de la más alta calidad a la vieja usanza. Sipsmith. En 2009, en pleno Londres. Toma ya.

Difícil dar ejemplo, sin duda, pero Sipsmith reúne las condiciones. Es uno de los resultados de un proyecto exigente en el que destaca su proceso de quíntuple destilación por pequeños lotes en un alambique encargado a medida a la casa alemana Christian Carl; el primero de su clase en la capital inglesa en casi dos siglos. Prudence, se llama. Cobre, estilo Carter, columna de vapor y un fino y ondulante cuello, llamado de cisne, que da identidad a la marca.

El alcohol base procede de cebada inglesa; y el agua, de Lydwell, una de las fuentes del Támesis, reputada por la calidad de sus aguas. Los diez botánicos ya no son tan ingleses, aunque sí la receta: enebro, coriandro, regaliz, raíz de lirio y de angélica, piel de naranja y de limón, corteza de casia, almendra y canela. Una mezcla de corte muy clásico, apostando por los dulces y los tostados como complemento de los cítricos.

El cisne de la botella es un guiño al cuello del alambique.

Aunque aromáticamente comienza floral, Sipsmith es una ginebra netamente cítrica. Esta clara apuesta llena de dulces, amargos y ácidos se aprecia tanto en la nariz como en la boca, bien apoyado por las especias (la canela, la casia) y la almendra. La presencia del enebro es constante, eso sí, y resulta agradablemente seca al final. Ligera, suave, totalmente transparente, una gran ginebra.

Sipsmith es, esta vez sí, una de esas ginebras que por lo menos una vez tienes que probar sola (lo dice aquí). Luego ya si quieres mezclarla, que sea en un dry Martini. Si te empeñas en hacerte un gin tonic, que sea uno sencillito, con twist de lima y cardamomo. Si, a pesar de todo lo dicho, vas a hacer una mezcla rara, allá tú, pero que sepas que probablemente hagas llorar a Jesusito.

Con 41,6% de alcohol, un aroma bien definido por un proyecto independiente, y con una presentación más que resultona, en una bonita botella clásica nada fácil de conseguir; al fin y al cabo, cada lote difícilmente alcanza las quinientas. Un verdadero lujo, en definitiva, que merece la pena poner en la lista de la compra.

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