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Querido y respetado Martin Miller

Me pregunto cómo podemos haber llegado hasta aquí sin dedicar un merecido comentario a Martin Miller’s, una ginebra de alta gama muy apreciada por aficionados al gin tonic de toda condición, desde los más rancios a los más heterodoxos. Una ginebra auténtica con todas las letras, fácil de combinar y excelente degustada sola. Una apuesta segura en cualquier ocasión.

MM’s Acumula tantos premios que no es decoroso nombrarlos. Corría 1998 cuando Miller, David Bromige y Andreas Versteegh se reunieron en torno a unas copas. Era el origen de la nueva era contemporánea de éxito y calidad que está conociendo la ginebra. Una renovación con un objetivo claro: ginebra que sepa bien, no bien, genial, incluso sola. Una renovación a base de amor, obsesión y algo de locura, como reivindican en su web.

Espontáneos celebrando la aparición de Martin Miller's
Espontáneos celebrando la aparición de Martin Miller’s

Con la premisa “ni el tiempo ni el dinero son un problema”, Miller y compañía se pusieron manos a la obra. El alcohol, de grano, siempre. El agua, de los glaciares islandeses (verdadera “magia embotellada”). El alambique, Ángela, un John Dore de 1898. El maestro destilador excluye “colas” y “cabezas” (principio y final de la destilación); sólo vale lo mejor, el corazón.

Inglesa hasta la médula y buque insignia de las nuevas ginebras contemporáneas

El trato a los botánicos es de verdadero mimo. Son dosis bien elegidas y separadas en dos partes; por un lado se infusionan en alcohol y agua caliente el enebro y los elementos herbales; por otro, los botánicos cítricos, añadidos a posteriori. Y nada de estridencias: cilantro, angélica, regaliz, corteza de casia, lirio de Florencia y cortezas de lima, limón y naranja amarga. Bueno, y el ingrediente secreto, algo de pepino.

Martin Miller’s se gana los corazones de quienes la prueban por su “claridad”, reflejo de la mente de sus creadores; se sabe que es ginebra porque sabe a enebro, tiene lo esencial (es decir, lo que hace falta, ni más ni menos) para ello, sin ser demasiado áspera, ni vulgarmente cítrica, ni plana. Sin barroquismos ni florituras, pero sí con delicados matices herbales y especiados fácilmente identificables.

Una London Dry de libro, sufrida ante cualquier tipo de combinación por arriesgada que sea, impresionante en un simple gin tonic con twist de limón y mucho hielo, amable cuando no nos quedan en casa más que vasos. ¿Qué más se puede pedir? Bueno, si te gustan más fuertes, su versión Westbourne Strenght de 45’2 grados…

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