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Hombres que beben Gin-Tonic

(Viene de aquí)

Como si de un sacrílego o ateo rito se tratase, beberse, o aún más, servirse un Gin-tónic es, para el hombre, quizá el último ejercicio de libertad y autoproclamación de masculinidad permitidas a éste por la sociedad.

Two men drinking at a Dublin bar

El hombre ante su Gin-tonic lamenta no vestir sombrero para, elegantemente, retirarlo de la cabeza en desuso sobre la que reposa. Secretamente, a su Gin-tónic, el hombre confiesa en susurros amar a la mujer que tantos problemas le origina, esa de la que despotrica en voz alta. El hombre ante su Gin-tónic pierde su nombre de pila y gana un apellido compuesto, esa cana adquiere experiencia… Se pasa del pantalón corto al de pernera larga, de la camisa abierta a la corbata y de la sombra en el bigote al rastro del suave y dulce pinchazo en los labios de la amada.  Sobre los hombres que beben Gin-tónic más allá de modas puntuales y fútiles, siempre atisbo a ver una pequeña victoria ante la vida y una heroica derrota dignamente soportada.

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Hay en los hombres que beben Gin-tónic un silencio en la mirada, un poso de la perpetua persecución de una libertad siempre esquiva en su totalidad, un viejo y sosegado hábito convertido en sagrado rito, un solitario mal trago lanzado al fondo de la copa en una botella de cristal, un mar inmenso y salado y un viejo que, como el de Hemingway, busca al pez que le arrastrará al fondo del océano. Hay en los hombres que beben Gin-tónic la sensibilidad de la mujer a la que veneran, el ejercicio onanístico de la belleza, un puro y casto a la par que sucio ejercicio del placer por el placer; una nostalgia de madrugada, un rastro de fría luna en las yemas que juguetean en el vaso, un tacto al metálico Jazz que escupen los frágiles dedos a las llaves del saxo alto… Hay en los hombres que beben Gin-tónic el desafío socarrón del joven Brad Pitt en Thelma y Louis, la inglesa elegancia de un Michael Caine tecleando sus intrigas en El americano impasible, el alucinado deseo de mandarlo todo al traste y ser un Rockstar gonzo al más puro estilo Hunter S. Thompson. Los hombres que beben Gin-tónic coleccionan pasaportes como Leonardo Di Caprio en Infiltrados, amontonan identidades tan falsas como fragmentadamente verdaderas, portan sobre sus hombros cansados la misión de salvar su planeta como Clive Owen en Hijos de los hombres. Los hombres que beben Gin-tónic sufren el castigo de vivir sin barricadas, la victoria de masticar un motivo para acudir a su cita, de dejar correr en calma el reloj en círculos mientras saborean su trago destilado en una ciudad que bulle, hierve, huye y devora.

Infiltrados_-_The_Departed_-_tt0407887_-_esLos he visto beber con traje y hablar con versos en pañales entre trago y trago, entre sorbo y sorbo; soplar con la sabiduría del alquimista; pronunciar su nombre con respeto. Los he visto desarmarse al entrar en la cantina y echar Ginebra sobre la herida, sin Stella Stevens que acompañase al estilo La balada de Cable Hogue. Y es que beber Gin-tónic para un hombre es, a la vez, tan serio como el trabajo y tan nimio como enamorarse. Acudimos al Barman que todo hombre tiene en su interior con la inocencia y el ansia de conocimiento del primero de la clase, dando rienda suelta al empollón de gafas gruesas que anhela la época de exámenes.

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El hombre que bebe Gin-tónics fuma, impreca, insulta, tose y ríe sonoramente mientras sube y baja su copa de balón ante la expectante y callada nueva camada de #GinLovers que sudan en el gimnasio las frustraciones de la oficina, que cuidan su barba con el amor y dedicación de Steve McQueen a su coche de carreras en Las 24 horas de Le Mans; ante la generación que memoriza los botánicos de su Gin-tónic como otrora hiciera con la tabla química de los elementos. El hombre que bebe Gin-tónic surca las salvajes carreteras y autovías en una última y desesperada huida hacia la libertad cual  Peter Fonda en su chopper en Easy Rider. 

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Hay en los hombres que beben Gin-tónic la curiosidad hacia el abismo que finalmente arrastró a Roberto Bolaño, el ansia de bordearlo de Vila-Matas, el masculino desprecio de R. CarverHumphrey Bogart hacia todo lo que va más allá de la bebida, el lirismo de Rajmáninov en sus dedos, el descaro del Falla, la luz de Sorolla… Hay en los hombres que beben Gin-tónic amistades de barra más fuertes que afectos desde la infancia, amigos de apellido inglés a menudo exóticos que piden poco o nada (Seagram´s, Haswell, Leopold´s o Finsbury)… hay, en definitiva, en los hombres que beben Gin-tónic un verso suelto, una flor en la solapa, una añeja costumbre a la que tratar con responsabilidad, un pensamiento macerado con calma en la copa, una esperanza secreta.

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2 thoughts on “Hombres que beben Gin-Tonic”

  1. Me ha encantado este post, en serio… Así son los hombres que beben gin tonic!!!

    1. ¡Gracias Víctor! Bien sabemos los redactores que el Gin-tónic mas que una moda es un carácter.

      Genial tu idea del “Diccionario de botánicos:las cinco familias” ;)

      ¡Salud!

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