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Chulapos, chotis y ginebra: Bear Gin

Imagina un Madrid en el que se vaya al cielo a través de una copa de balón. Imagina una feria de San Isidro en la que, en vez de palomas, se beba ginebra del país. Imagina un Lavapiés en el que las cañas bien tiradas alternen con medios gin tonics.

No imagines más: para eso está Bear Gin, la ginebra del oso y el madroño. Creada en 2014 por el Alambique de Santa Marta (gente consciente como Javier Pulido y su bonita idea del aula de destilación) como la primera ginebra Premium madrileña, ha conseguido su objetivo: situarse como una de las nuevas ginebras españolas de calidad y éxito contrastados.

El procedimiento es cuidadoso y refinado, como cabe esperar de una ginebra de estas características. Y demás, siguiendo criterios de elaboración artesanales. Los botánicos reciben una semana de maceración en el alcohol base de trigo antes de pasar el proceso de destilado múltiple en alambique de cobre, que se realiza por lotes de 250 litros. El resultado se rebaja, por supuesto, con agua de Madrid: casi nada lo del duro.

Fabricada en Ajalvir y presente en todos los gin clubs de la capital y más allá

La panoplia de botánicos que utilizan es amplia, nada menos que quince ingredientes (entre ellos cardamomo, canela, frutos rojos, cítricos y lavanda), pero no sabemos cuáles: parte del secreto de la casa. Bear Gin es una ginebra London dry de 40 grados alcohólicos que se presenta en una botella cuadrada de cristal transparente, con una sencilla etiqueta redonda en color cobre en la que aparecen las siete estrellas de la bandera de la capital española y el símbolo de su escudo, los famosos oso y madroño.

La combinación, en cualquier caso, resulta ser suave, muy equilibrada y plagada de matices que podemos descubrir probándola sola o en combinación (sea un gin tonic, sea otro cóctel cualquiera). Una buena mezcla podría ser con una tónica de alta calidad (como Fever Tree o Q Tonic), pomelo y fresa. Otra opción: una tónica Schweppes aromatizada, insistiendo con los aromatizantes en los aromas de la tónica.

Ahora que el campo del Aleti se llamará Wanda Metropolitano (que es como ponerle Chufi Sarriá al estadio del Espanyol; pero allá cada cual con su conciencia y que apechugue en una potencial otra vida), se agradece una nueva seña de identidad que contribuya a enriquecer, y no empobrecer, la personalidad madrileña. A vuestra salud.

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